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Triangulación de las primeras damas de Trujillo

María de los Ángeles Martínez Alba fue la más emblemática primera dama de la Era de Trujillo. Mas, fue sólo uno de los vértices del triángulo que conformó el Jefe alrededor de ese puesto protocolar.

Al mismo tiempo, Altagracia Julia Molina Chevalier, madre de Trujillo, fue también primera dama de la república, por decreto presidencial no. 1210, del año 1935. Esta matrona ostentó, además, el título de «Primera Madre Dominicana», mediante la ley 1319 del año 1937.

La prestante señorita de la sociedad montecristeña, Bienvenida Inocencia Ricardo Martínez, contrajo nupcias con el teniente coronel policia Rafael L. Trujillo, el 30 de marzo de 1927. Fue primera dama innominada y casi clandestina hasta 1935, momento en que fue reemplazada por María Martínez.

Cada una de estas mujeres, loadas por muchos y odiadas por muy pocos, compartieron su poder presidencial cercano de segundo tipo, sin que la sangre llegara al río, a pesar del carácter belicoso de María Martínez.

El excelente libro «Primeras Damas de República Dominicana» (año 2010, Juan Daniel Balcácer), constituye la más importante obra de la bibliografía nacional sobre el tema.

Sin embargo, consideré oportuno tratar algunos aspectos adicionales que nos ayuden a una evaluación menos mítica y más útil de este puesto para-presidencial.

 A partir del decreto 741-00 del presidente Hipólito Mejía, la primera dama dejó de tener un perfil meramente protocolar y se instituyó como una entidad técnico-administrativa, adscrita a la Presidencia de la República.

La Era de Trujillo constituye un periodo muy especial para el análisis del impacto institucional del rol de primera dama. 

En ese lapso, ese puesto constituye una radiografía del régimen; porque refleja sus vicios tales como intriga, nepotismo, adulterio, dualidades, prevaricación, culto a la personalidad, propaganda y tráfico de influencia. 

Algunos de esos vicios trujistas sobre primera damas siguen con decepcionante vigencia, lo cual no destacan la mayoría de los editores arrimados al poder.

Cuando Trujillo asumió la presidencia en 1930, ya Ramfis tenía un año de edad. Se rumors que era hijo legítimo de un supuesto y renegado padre, el cubano Rafael Dominicis, quien en ese entonces estuvo casado con «la españolita», María Martínez. José Almoina da detalles de esa dualidad marital tan espinosa, para obra y gracia de su desgracia fatal.

A pesar de la atmósfera adúltera, Bienvenida Ricardo tuvo la dicha de que su astuto primo hermano, Joaquín Balaguer Ricardo, participara siempre cerca del eje transversal de poder en la Era de Trujillo. Su divorcio formal, lo cual se convirtió en un asunto de Estado, le fue enviado a París por correspondencia en el año 1935. Este tuvo como preámbulo la modificación de la ley de divorcio, a la que se agregó como causante del mismo la incompatibilidad de caracteres debido a la falta de procreación en los primeros 5 años de matrimonio, tal como en el caso Trujillo-Ricardo. Como paradoja, Bienvenida prosiguió como amante divorciada del Jefe y procreó con éste a Odette en 1937.

Años más tarde, Joaquín Balaguer, en su condición de canciller, asistió al Vaticano para la firma del Concordato, el 16 de junio de 1954. Ese convenio internacional dio fundamento a la disolución del matrimonio canónico por motivos civiles, mediante su artículo XVI que dice: «La Santa Sede consiente que las causas matrimoniales de separación de los cónyuges sean juzgadas por los Tribunales civiles». Sin duda, una norma hecho a la medida de los requerimientos personales del Jefe.

«Bienvenida y la noche» (Manuel Rueda, 1994) es una extraordinaria crónica novelada de la boda montecristeña Trujillo-Ricardo, la que inmortaliza en el campo de la ficción literaria dominicana a esta singular primera dama de la línea noroeste.

La Españolita se presentó ante la sociedad con su flamante estatus de primera dama, compartida con Doña Julia Molina, a partir de 1936, para no dejar el puesto jamás. 

Inclusive, cuando Jacinto B. Peynado asume la primera presidencia títere de Trujillo, ratifica ese estatus a María y además, la condecora con la Orden del Mérito Juan Pablo Duarte, con grado de Gran Cruz Placa de oro, mediante decreto 88 (29.11.1938). Este decreto la considera como «objeto de la unánime simpatía del Pueblo Dominicano porque ha recibido de ella innumerables beneficios de carácter moral y caritativo».

En el año de 1949, el imberbe periódico El Caribe reporta las frecuentes ceremoniales de te benéficos de ella, entre otros el apoyo a la campaña nacional antitubercolosa. María siempre estuvo acompañada de una extensa cohorte de esposas de altos funcionarios públicos y de las damas más encopetadas de la sociedad capitaleña.

El decreto 89 del mismo Mozo Peynado ( 29.11.1938) reconoce la condición de primera dama y concede la misma condecoración a La Excelsa Matrona Doña Julia Molina de Trujillo Valdez». Considera esta decisión presidencial que ella constituye «un patrimonio moral del Pueblo dominicano por su constante dedicación a las más nobles y generosas prácticas cristianas».

María de las Mercedes Soler Machado, la esposa de Mozo Peynado fue, al mismo tiempo que las dos anteriores, primera dama 1938-1940. En esa misma condición estuvo Silvia Alicia Sánchez de Troncoso, la cual formó parte de la trilogía femenina presidencial entre 1940-1942, cuando su esposo Pipí Troncoso asume la presidencia títere de Trujillo, a la muerte de Mozo.

Una de las medidas más notables de Don Pipí Troncoso fue la edición de un sello postal con la efigie de la excelsa matrona y primera dama por decreto, Julia Molina, en ocasión del día de las madres de 1940.

El 12 de diciembre de 1959, el tercer presidente títere de Trujillo (1952-1960), Héctor Bdo. Trujillo (Negro), se casó con Alma McLaughlin Simó. Aunque mantuvo 22 años de noviazgo, su rol como miembro de la trilogía de primeras damas trujillistas sólo se extendió por ocho meses. La crónica social de la revista Time (21.12.1959) sobre esta boda reporta que el principal problema de la novia fue asumir su rol como «tercera» primera dama, porque ya Doña Julia y María ostentaban tal puesto.

Negro, ya como esposo, vivió en la casa de su suegro Charles McLaughlin, situada en la calle Dr. Delgado, precisamente donde operaba una Biblioteca y centro tecnológico regenteado por la ex primera dama Margarita Cedeño. 

Como la mayoría de los inmuebles relacionados con Trujillo, esta mansión donde vivía la “primera dama” Alma fue saqueada y ocupada por varias familias pobres en 1961 y formaron un arrabal llamado “Ensanche La Tablita”, hasta que en 1986 fueron desalojadas por el gobierno.

Charles, El suegro de Negro Trujillo, llegó al país como sargento de la marina estadounidense, la que gobernó el país entre 1916-1924. Retornó en 1930 como «eficiente ingeniero” y fue nombrado coronel de las fuerzas armadas dominicanas. Fue «hombre de paja» o testaferro de Trujillo como presidente de la línea aérea «Dominicana de Aviación» y los astilleros navales.

Como se sabe, Joaquín Balaguer, el cuarto presidente títere de Trujillo, no tuvo matrimonio. Mas, durante la Era de los doce años, su hermana Emma Balaguer desempeñó el rol de Primera Dama, aunque su hermano nunca se atrevió a nombrarla mediante decreto presidencial. 

La Casa de Emma, localizada en la Calle Pedro Henríquez Ureña, cerca del palacio presidencial, fue el centro de operaciones de su célebre institución «Cruzada del amor». Como paradoja, ese mismo local fue usado como oficina de la campaña Bien por TI, bajo los auspicio de Margarita Cedeño, en su rol de primera dama.

«Una satrapía en el Caribe» de José Almoina (alias Gregorio Bustamante) es una antítesis del libro de lujo editado por Balcácer. Almoina presenta, en forma descarnada pero verosímil, a la primera dama más transversal de la Era Trujillo, María Martínez.

Describe sus excelentes negocios operados a través de su hermano Francisco Martínez Alba (Paquito). Entre otros negocios se lista La Caribbean Motor Company con todas sus exoneraciones, la casa de préstamos a empleados públicos denominada «El Banquito», a su monopolio en la venta de clavos a través de su ferretería Read y a su recolecta de 25 centavos a cada panadería citadina por cada kilo de harina de trigo de Los Molinos.

María era “astuta, audaz, egoísta, orgullosa, ambiciosa, y carente de todo escrúpulo. A diferencia de Trujillo, no tenía momentos de generosidad, pero como él, creía totalmente en las virtudes del dinero”, dice Crassweller en su “Trujillo: la Trágica Aventura del Poder Personal”.

Desde otra perspectiva, María Martínez también desarrolló una de las campañas de promoción de valores más extensa de la historia nacional, la que supera la renombrada y contemporánea «Bien por ti».

Bajo la firma de esta primera dama se publicaban con frecuencia en los periódicos artículos de temas morales y sobre valores, los cuales generalmente eran redactados por el secretario de Trujillo, el gallego José Almoina.

El afán moralista de María Martínez culminó con la publicación del libro “Meditaciones Morales”, en 1947, con los auspicios del Instituto Trujilloniano. Fue editado en México por Editorial Offset «Continente”. Tiene el prólogo del político, intelectual y educador mexicano José Vasconcelos, quien formó parte, junto a Pedro Henríquez Ureña, de aquella famosa generación ateneísta mexicana (1907-1914). Esa edición está disponible en el Archivo general de la Nación.

Pedro Conde Sturla cuenta una anécdota de sus días escolares en la Escuela La Normal, actual liceo Juan Pablo Duarte. Dice Pedro que la maestra de las asignaturas Gramática y Trujillismo era La Chupani, quien usaba dicho libro como una de sus referencias más recurrentes.

El famoso libro de la “doctora en moralidad” María Martínez tiene 20 capítulos y 121 páginas, la mayor parte de las cuales son rellenadas con citas de moralistas antiguos y contemporáneos, tales como Séneca, Cicerón, Constancio, Pablo, Ricardo de León, Zola, José Enrique Rodó, entre otros.

Lo más curioso es que en ese texto no aparece alguna cita de Juan Pablo Duarte, Benigno Filomeno Rojas, Hostos o siquiera del Papa Pío XII.

En sus diversos capítulos es florido en la explicación de la avaricia, liviandad, violencia, rencor, ira, crueldad, envidia, pesimismo, calumnia, mentira, venganza, apasionamiento, pereza, unos antivalores que precisamente eran características esenciales del régimen de Trujillo.

Pero también trata en forma más breve valores como el patriotismo, amistad, madre, generosidad, sentimiento y por supuesto, voto de pobreza.

El sistema educativo dominicano tuvo en ese momento su más celebrado modelo de moralidad y promotora de valores fundamentales, María de los Ángeles Martínez Alba de Trujillo.

Uno se ve tentado a no tratar estas crónicas rosas de primeras damas, si no fuera por el impacto político, institucional y económico que lleva implícito ese puesto paragubernamental, el que continua con los mismos perfiles que tuvo durante la Era de Trujillo.

Valerio Lara

 Referencias:

Acerca de Lara Valerio

Fui técnico de perforadoras de tarjetas de 80 columnas en 1975, profesor de matemáticas del nivel medio, me gradué de ingeniero electricista. Entre 1979 hasta el 86 realicé un montón de cursos de sistemas informáticos. Trabajé en importantes proyectos de redes e internet. Espero que este fructífero acervo tecnológico sirva para el desarrollo socio-económico, la educación y las buenas prácticas de la democracia.

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